El cuaderno verde

miércoles, marzo 22, 2006

Una gran noticia

La noticia del inicio del fin de ETA tiene lo que tienen las buenas noticias; que se van gestando durante largo tiempo y, cuando definitivamente se conocen, el potencial de júbilo que producen se ve muy reducido porque ya eran esperadas. En cambio, las malas son súbitas y desgarradoras, su potencial de dolor es ilimitado, como las catástrofes naturales, los accidentes trágicos o los atentados terroristas. Por eso, esta mañana cuando me enteré, sentí la alegría de escuchar una gran noticia, sí, pero era una especie de alegría descafeinada. Y es que el anuncio ha servido para confirmar lo que ya sabíamos, que ETA se precipita hacia su desaparición, y para dejar constancia escrita de lo que era ya una situación de hecho, el fin de los asesinatos. Me acuerdo, por poner un ejemplo de pésima noticia reciente, de la conmoción, indignación y sobresalto de los atentados del 11-M. Sin embargo, hoy la gente no se ha echado en masa a la calle, no ha llorado de alegría ni festejado el esperado anuncio de los terroristas. En parte, he tenido la sensación de que casi hemos olvidado lo padecido durante años por culpa de esta panda de canallas de ideas fascistas que tenía aterrorizado a un país entero, que destrozó familias y que sembró de odio y enfrentamiento la sociedad. Yo, aunque en Sevilla, he sentido mucho miedo por culpa de ETA. Mi padre trabaja en una zona militar y hasta sus ritmos de trabajo han estado condicionados por la banda, porque, para evitar un atentado masivo, el centro variaba los horarios de entrada y salida de los trabajadores. Yo también he estudiado en esa misma zona militar y he tenido que abandonar mis clases por una amenaza de bomba, entre los llantos de pánico de algunos compañeros. Si eso lo he sufrido yo aquí en el sur, ¿cómo de grandes han tenido que ser los padecimientos de la gente de Euskadi? Me acuerdo de las muertes en mi ciudad de Muñoz Cariñanos o de Alberto Jiménez Becerril y su esposa, y también de las muchas manifestaciones por cada víctima en los últimos años. Miedo, secuestros, asesinatos, manifestaciones... han marcado el tiempo que me ha tocado vivir hasta hace poco, y ahora, por fin se acaban. Por eso me da rabia que esta noticia tan positiva no se pueda festejar por todo lo alto. Sé que no es posible, que sería imprudente y podría hasta devolverle el veneno a la serpiente; pero al mismo tiempo sé que este anuncio es de lo mejor que ha pasado en los últimos años y que es injusto no poder celebrar colectivamente que nos hemos desquitado, que los matones han dicho por fin que se rinden y que esta batalla, definitivamente, la hemos ganado nosotros.