El cuaderno verde

domingo, febrero 26, 2006

Reflexiones sobre la crisis de las caricaturas

Se ha hablado mucho en la calle sobre el tema de las caricaturas de Mahoma, lo que de nuevo ha dado pie a la exposición de las ideas que predominan sobre el mundo árabe-musulmán. Casi siempre se trata de comentarios a bote pronto, muy instintivos y sin apenas reflexión: <<¡son unos radicales!>>, <<¡vaya unos bárbaros!>>, <<¡cómo se ponen por unas caricaturas de nada!>>. He oído a muchos opinar así en los últimos días y creo que estas ideas son producto de una visión parcial y distorsionada de las sociedades musulmanas que se extiende como la peste. Una "gripe aviar ideológica" de nuestro tiempo que puede tener consecuencias muy nefastas.

· En primer lugar es una visión parcial porque como siempre que se pretende opinar sobre algún tema lejano que la mayoría sólo conoce a través de los medios de comunicación se tiende a generalizar, a tomar la parte por el todo. Se mete en el mismo saco a los más de mil millones de creyentes del Islám en todo el mundo. No hay tintes medios. Según esta visión todos los musulmanes han amenazado de muerte a occidente y apoyan a Al-Qaeda. Esta forma de pensar y de hablar tan común y tan ignorante es semejante a la que se usa por ejemplo cuando a los andaluces se nos califica como gandules, como una etiqueta que llevásemos marcada en la frente cuando viajamos fuera.

· En segundo lugar es una visión distorsionada porque es producto de una ideología sectaria, que establece fronteras; un pensamiento que se produce por "nosotros" sobre "los otros". De esta forma se enjuicia a los musulmanes según nuestros parámetros occidentales, sin considerar que se opina sobre sociedades en su mayor parte rurales y patriarcales muy distantes de nuestro mundo liberal de consumo. Muchos jóvenes musulmanes no pasan sus ratos libres en el centro comercial o en la discoteca sino en la mezquita, pierden la virginidad tras el matrimonio y un padre musulmán no toleraría que su hija saliese de casa sin el velo, al igual que un padre español hasta hace poco no hubiera permitido que su hija adolescente vistiese minifalda. Así, en el tema de las caricaturas se les ha pretendido someter forzosamente a la libertad de expresión, cuando nuestra sociedad sólo muy recientemente y con dificultades ha admitido este derecho hasta sus últimas consecuencias. Aunque hoy sea fácil aceptar la sátira e incluso el insulto hasta hace no pocos años eran capaces de desatar profundas conmociones sociales. Como botón de muestra en los años ochenta nuestro Tribunal Constitucional antepuso en su jurisprudencia el derecho al honor a la libertad de expresión, mientras que sólo llegados los noventa encumbró decididamente esta última por encima de aquélla, sin duda un reflejo del cambio de valores experimentado en este país en las últimas décadas.

En definitiva, creo que urge tratar este tema con sumo cuidado porque comienza a apreciarse un protoracismo generalizado entre los hombres de a pie, incluso entre los de más alto nivel educativo. Los medios de comunicación son los principales culpables, no sólo por reflejar irresponsablemente esa visión parcial y deforme que he comentado antes sino porque en esta ocasión ellos han sido los padres de la crisis de las caricaturas. No olvidemos que los dibujos fueron publicados en Dinamarca en septiembre del año pasado y que sólo meses más tarde de forma desafiante los publicaron los periódicos franceses alimentando una bola de nieve que no sabemos qué dimensiones alcanzará. No olvidemos tampoco que, más allá de las prohibiciones coránicas de reproducir la imagen de Mahoma, una de las caricaturas lo representaba con una bomba, transmitiendo un mensaje que desde que existe Al-Qaeda no sería el mismo que el de un dibujo de Jesucrito con un misil y que sólo puede ser interpretado como una nefasta y humillante identificación entre Islám y terrorismo. Nuestra relación con los países musulmanes es un asunto delicado y de gran trascendencia que no debe ser abordado de forma tan infantil porque, aunque están tan cerca nuestra, existe una distancia bastante considerable a nivel social, económico y de mentalidades. Mientras reducimos esa distancia la receta se compone de más comprensión y menos imposición porque estamos destinados a entendernos en este mundo cada vez más pequeño.